Editorial, Redacción En cualquier contingencia, el diálogo siempre da frutos, y eso es lo que la ciudadanía anhela; que el diálogo permanente sea un instrumento para fortalecer nuestra democracia y buscar acuerdos para avanzar en aquellos temas que más sensibilidad social generan, y en aquellos ámbitos donde se advierte claramente un retraso, una lentitud que preocupa y que se ha convertido en un problema complejo para el Gobierno.
En todos los encuentros del mundo público y privado, queda instalada esa máxima. Un sentimiento de satisfacción entre los asistentes, quienes comprenden que dialogando y reuniéndose de manera periódica, se pueden lograr buenos acuerdos y delinear un trabajo asociativo con fechas, objetivos y plazos.
De hecho el Presidente Gabriel Boric plantea insistentemente el desafío de buscar el bien común, y recalca que no sirve atrincherarse, ni menos politizar el debate, postulados que compartimos por completo, porque lo importante del presente es actuar con transparencia, honestidad y preocuparse por el bienestar de todos los habitantes de nuestro país, que más allá de su domicilio ideológico, anhelan un mejor pasar y ser protagonistas de un desarrollo con el énfasis puesto en las personas.
Porque la comunidad quiere ver cohesión y fraternidad en el trabajo político, quiere ver gestión mancomunada, menos redes sociales, menos figuración mediática, porque la gente sabe que esos testimonios son efímeros, son una instantaneidad virtual que no se condice con la magnitud de los problemas y demandas que la población tiene y demanda resolver.
Siempre lo decimos, cuidado con el populismo, que suele aflorar con mucha espontaneidad y más peligroso se torna cuando sus promotores pretenden obtener utilidades inmediatas y efímeras a costa de las necesidades de la gente.
Y no hay mejor fórmula para mejorar nuestra democracia que dialogar, porque poder intercambiar puntos de vista y opiniones en torno a temas colectivos; un acto de generosidad y de nobleza que todo ciudadano/a agradece.





















