Cuando se diseña una política pública, se deben responder varias interrogantes como ¿qué es lo que se va a hacer?, ¿por qué se hará?, ¿cómo se va a realizar?, ¿Quién lo realizará? ¿A quién va dirigido o quiénes serán los beneficiarios o beneficiarias de este programa o proyecto?. En fin, son muchas las preguntas que surgen y muchas veces, nos olvidamos de incorporar el enfoque de género o simplemente no sabemos cómo incorporarlo.
Pero, ¿Qué es el enfoque de género? Hay varios significados al respecto, pero todos ellos concluyen en que, a partir de la desigualdad que existe entre hombres y mujeres, debemos mirar con mayor atención el diseño e implementación de las políticas públicas para que esas desigualdades tiendan a la igualdad. Esto es un acto político en sí mismo, ya que reafirma el derecho de las personas de ser iguales ante la ley. En el fondo, es nivelar la cancha.
El tema es cómo, desde una definición un poco abstracta, concretamos en acciones aplicables a una política pública.
Al menos, visualizo dos caminos para ello. El primero y más fácil tiene que ver con la inclusión de los géneros en el lenguaje, es decir referirse a mujeres y hombres y ojalá incluir también a aquellas personas de género no binario o género no conforme. El solo hecho de nombrarlas les da una existencia, una realidad.
Un ejemplo. Revisando el "Manual de Buenas Prácticas Pesqueras" del Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura, podemos ver que es un documento que está dirigido solo a los hombres, los que se clasifican en pescador artesanal, buzo mariscador, armador artesanal y recolector de orilla. No hay mención en el documento de que las mujeres podrían hacer alguno de estos trabajos, lo que invisibiliza su labor en este ámbito, manteniendo una estructura masculina cerrada.
Por el contrario, los textos escolares de los establecimientos educacionales, son mucho más abiertos en términos de lenguaje inclusivo y cuidadoso en no seguir profundizando en estereotipos de género. Es decir, no repiten la imagen de mujeres como únicas personas al cuidado de infancias y adultos mayores, limpiando la casa o cocinando. Estas labores no son exclusivas de las mujeres y pueden y deben ser compartidas con los hombres. De igual forma, pueden haber y las hay, mujeres científicas, que viajan al espacio, que son gerentas de empresas o que tienen un cargo político importante; labores no exclusivas de los hombres, ya que las mujeres también podemos realizar estos trabajos.
El segundo camino, es un poco más analítico y tiene que ver con incorporar criterios de género en el diseño de las políticas públicas. Para ello, se pueden clasificar en cuatro criterios: 1. Si la política que se está diseñando se aprovecha de las desigualdades y a partir de ello construye sus supuestos acrecentando las diferencias entre hombres y mujeres, se denomina "explotación del género". 2. Si no tiene ninguna conciencia sobre el género y se basa en que el o los problemas que se pretenden solucionar están dirigidos hacia las personas son distinción de género, se habla de "género neutro". 3. Si la política realmente identifica que hay diferencias de género, considerando las diferentes necesidades, habilidades y oportunidades entre hombres y mujeres, sería una política "sensible al género". 4. Si promueve la igualdad de género con acciones estratégicas, es de tipo "género transformador".
Si pudiésemos avanzar, en tomar conciencia de la importancia del diseño de políticas públicas con enfoque de género, sería mucho más eficiente el accionar del Estado para llegar de manera más amplia y realista a cubrir las distintas necesidades entre hombres y mujeres, acortando esa desigualdad entre los géneros, para que realmente las personas, tengamos los mismos derechos.