Cuando la información se transforma en ruido


En tiempos de elecciones presidenciales, Chile vuelve a enfrentarse a un fenómeno que ya no es nuevo, pero sí cada vez más complejo: la saturación informativa. Nunca habíamos tenido tanto acceso a datos, opiniones, encuestas, rumores y discursos en tiempo real. Sin embargo, paradójicamente, nunca había sido tan difícil distinguir entre lo relevante y lo accesorio, entre la verdad y la manipulación.
El votante de hoy vive en una tormenta digital. Cada segundo, su teléfono vibra con nuevas encuestas, videos de debates editados para la viralización o mensajes emocionales diseñados para reforzar creencias previas. Las redes sociales, especialmente X, TikTok y WhatsApp, se han convertido en el campo de batalla político por excelencia, donde algoritmos priorizan lo que genera más reacción, no necesariamente lo que aporta más información. La consecuencia: la opinión pública se fragmenta, se radicaliza y se desinforma con rapidez alarmante.
Pero culpar solo a las plataformas sería demasiado fácil. También debemos mirar hacia los medios tradicionales, muchos de los cuales han cedido ante la lógica de la inmediatez. La carrera por el clic y la primicia ha reemplazado, en demasiadas ocasiones, el análisis profundo y la verificación rigurosa. En esta avalancha, la ciudadanía se ve obligada a navegar entre versiones parciales, titulares sensacionalistas y desmentidos tardíos.
El gran desafío de esta elección no será solo decidir entre candidatos, sino aprender a filtrar. A construir un criterio propio que permita reconocer qué fuentes son confiables y cuáles buscan manipular emociones. La educación mediática, aún ausente en nuestros colegios, debería ser una prioridad nacional. Porque un votante bien informado no es el que recibe más datos, sino el que sabe procesarlos críticamente.
Finalmente, la democracia depende de algo más frágil que la tecnología: la confianza. Si la información se convierte en ruido, la confianza se daña y, con ella, la capacidad colectiva de tomar decisiones comunes. En esta era de saturación, el verdadero poder no está en quien grita más fuerte, sino en quien logra escuchar con claridad.