Peter Hartmann, Coordinador Coalición Ciudadana por Aisén Reserva de Vida Hace no tantos años atrás valía aún eso de "la palabra", el libre paso y el alojar donde le cayera la noche y el "desmonte y desensille" por los campos de la Patagonia. Nos consideramos afortunados de haber conocido esos tiempos, de haber caminado, navegado y acampado en cualquier parte a propio riesgo y sin que jamás alguien nos lo objetase siquiera.
De haber subido cerros sin que alguien nos lo impidiese. Cuando navegábamos por el Baker, solíamos pasar a todos lados a matear y a veces llegábamos ya a oscuras a la cena y alojamiento en donde nos encontrásemos. Los dueños de casa solían estar contentos de conversar y compartir con quienes llegábamos y enterarse de las ultimas nuevas.
Eran tiempos románticos, de esos que se echan de menos. Hoy hasta se ríen cuando uno los recuerda ("¡Ah eso era antes po, jeje!"). El tiempo cuando cruzábamos el hermoso Paso de la Leona entre el Jeinimeni y el Chacabuco, cuando subíamos el Divisadero-Mackay cuando se nos ocurría, de cuando acampábamos debajo de unos frutales cerca de la Capilla del Mármol a la que accedíamos escalando por la orilla, de cuando íbamos acminando a bañarnos a las abandonadas termas de El Engaño, de cuando el "Sendero de Chile" un lindo proyecto, recorría toda la región y nos integraba al país caminando. En fin, de cuando llegábamos caminando y cruzando ríos al Lago Leones sin encontrarnos con otra persona, a través de un camino que conectaba todos los campos hasta cerca del lago. Lago que se encuentra en el Parque Nacional y Reserva de la Biósfera Laguna San Rafael.
Ese lugar donde nace el rio Leones, donde alojamos bajo una casa de piedra con soberbia vista a los ventisqueros y magnificas montañas del Campo de Hielo Norte. No nos cansamos en decirlo, es de los lugares mas potentes y hermosos de la región. En lo negativo, en esos tiempos había ahí un pirómano haciendo incendios todos los veranos. En todo caso, en Argentina ese lugar ya lo habrían convertido hace rato en un destino turístico de nivel mundial.
Hoy todo eso es parte del pasado, ese de la "Patagonia: Tierra mágica para viajeros y montañistas" que echamos de menos, al igual que Silvia Metzeltin y algunos más. Hace años que el dueño de un campo de acceso al Paso de la Leona no deja pasar, dicen que porque le robaban ganado. Hace años hay nuevos propietarios ahí al sur de la Capilla del Mármol y no es llegar y meterse así no más. Hace años el propietario del campo al pie del Divisadero -Mackay no deja pasar, porque no faltaban los desubicados que iban a hacer asado bajo los pinos. Sin embargo, siguen pasando caminantes al cerro emblemático entrando por complicados atajos. El Camino de Chile lo corto alguien en el acceso norte al hoy Parque Nacional Cerro Castillo. Hace años que hay nuevos propietarios "gringos" (J. Whitelaw & E. Sobakina) que ponen problema y no dejan pasar al Lago Leones, por un camino que se supone es púbico y a la ribera del lago al cual por ley se debe mantener abierto el acceso. Ahora pusieron carteles de que ahí no es Disneyland ¿A que le temen? ¿Al turismo masivo industrial? ¡Y eso claro que no es Disneyland, más bien parece Yosemite, pero con solo una partecita de visitantes!
Por cierto, estos no son los únicos lugares donde se impide el paso. También nos ha pasado de encontrarnos ante una barrera de una minera que impedía el acceso a un campo y terrenos fiscales. ¡Y buena parte de las situaciones descritas ocurren en la Zona Nacional de Interés Turístico Chelenko! ¿De qué turismo? Y la autoridad suele desentenderse.
La cuestión es que si bien los antiguos eran buena persona y se regían por las leyes patagónicas (y Martin Fierro), y que sería harto bueno mantener al menos ese espíritu, los nuevos propietarios se han puesto bastante egoístas o comerciales para sus cosas o no quieren problemas. Y en esto vale un buen ejemplo de cómo se puede controlar la situación: En la Confluencia del Baker /Nef hay dos propiedades por las cuales se accede al rio y maravillosos saltos; ahí se permite la entrada desde la "carretera" (donde hay estacionamientos), caminando unos 15 minutos y hay un cartel con instrucciones (en buena onda) de lo que no se puede hacer. Y que sepamos funciona bien hace años, en parte, porque los propios visitantes se controlan entre ellos. Ahí también hubo dos históricas manifestaciones Patagonia sin Represas, con cientos de personas, hasta con asado ¡y dejamos ni un rastro! La otra solución, tradicional, es el o la guardaparques en la entrada leyendo la cartilla (cobrando entrada) y anotando a quienes entran.




















