Columnista, Colaborador Aprovecho para decirle que esta revista es la mejor
de las mejores revistas que he leído en mi vida.
Gonzalo Espinoza T. (Talca), El correo de los amigos,
Mampato, N ° 63, 1971.
En octubre de 1968 apareció la revista Mampato, dirigida a los niños y adolescentes. Era una de las muchas que llegaba a Coyhaique, sólo que, esta vez se trataba de una publicación especialmente concebida para los niños, si bien igual traía contenidos para un adolescente. Por ello, de inmediato captó nuestra atención y se transformó en una de las favorita y esperada, máxime cuando su publicación pasó a ser semanal.
Las aventuras del niño Mampato, junto a Ogú, su amigo de la prehistoria, con la ayuda del cinto espacio-temporal (Mong y la conquista de Ter, el pueblo de mutantes Seis Dedos, viajes con Rena, Sea-Gull, Mampato y El Piloto Loco, las peripecias con Xse, etc., etc.), llenaron esas almitas que eran las nuestras, ya que, leíamos y releíamos cada episodio que vivían esos héroes infantiles, en los distintos mundos a los cuales viajaban, cada vez que aparecía un número: había que reconocer, además, lo hermosas que eran las ilustraciones.
Pero esa publicación no solamente entregaba diversión con Mampato, a los niños coyhaiquinos y, del país de esos años, sino que también se podía disfrutar de Máximo Chambónez, Nick Obre, Ferrilo, Korrigan, Howard Flynn, Max El Explorador, Corentín, Tunga, La Frontera del Infierno, Agente Trueno, Dan Cooper, Dynamo contra Dynavac, Ringo en Camino a Santa Fe, etc. Es decir, una larga y maravillosa galería, que hacían nuestras delicias y nos mantenían en permanente arrobamiento. Con esas magníficas historietas era posible soñar en grado sumo, embeberse en mundos imaginarios, creer en la existencia de lugares fascinantes o, sencillamente extasiarse con lo que nos hacían imaginar.
La revista, cuya dirección estaba a cargo de su creador Eduardo Armstrong Aldunate, tuvo éxito enorme de inmediato en los pequeños, pues rápidamente alcanzó un tiraje nacional de cien mil ejemplares por número, lo que habla de la gran demanda que llegó a tener. Dicho éxito provocó el hecho de que, en muchos de nosotros hubo notorios y frecuentes casos de despreocupación por los estudios, de momento que sólo poníamos interés en leer Mampato o, también, esperar el próximo número, asunto que causaba la inquietud de nuestros padres. Muchos niños se convirtieron en seguidores tan fanáticos de la revista, que sus bolsones, en vez de contener los libros escolares imprescindibles para los estudios, estaban repletos de ejemplares de dicha revista. Por supuesto, ante el llamado a la cordura de nuestras madres de lo necesario que era privilegiar el estudio, declarábamos muy contritos que así lo haríamos, mas, a escondidas seguíamos gozando de las distintas historietas que venían en cada número.
En noviembre de 1973, falleció su creador y director, y nos enteramos por la noticia y agradecimiento que se hizo en el número 201, de parte de la revista a sus lectores. Sin embargo, como siguió apareciendo puntualmente varios años más, pareció que don Eduardo no había dejado este mundo y, si lo hizo, fue para ir a vivir a un lugar paradisíaco. A los niños que éramos nos siguió bastando que la pudiéramos tener, cada vez que llegaba a Coyhaique.
Amén de las aventuras del niño Mampato, vamos a recordar tres personajes que vimos en la revista y, que nunca hemos olvidado. En primer lugar, Nick Obre despertaba mi curiosidad infantil. Se trataba de un detective privado al cual le encargaban casos en la ciudad donde vivía; y, para la resolución de estos, tenía la apreciable ayuda de su fiel perro Watson: como se ve, una alusión cómica del guionista Themos Lobos, a la celebérrima pareja Holmes y Watson de A. Conan Doyle. En segundo lugar, despertaba, también, mi gran curiosidad, El secreto de Dan Cooper, historieta que se desarrollaba en unas cuantas páginas por ejemplar, terminadas las cuales venía el consabido continuará. En el caso de quien redacta estos recuerdos, ha de confesar que nunca supo qué secreto ocultaba Dan Cooper y, aunque ya mayor, preguntó a otros lectores, nadie lo recordaba. En tercer lugar, las andanzas de Máximo Chambónez ? también creación de Themos Lobos ?, con las que uno se desternillaba de risa, pues de sólo imaginar la rabia que hacía pasar al señor alcalde de su ciudad, cuando se las dio de fotógrafo (n°5, 1968), se tenía la alegría asegurada. Chambónez ponía una gran fe en lo que proponía a quienes interactuaban con él, pero por lo general todo terminaba en que cometía grandes "chambonadas" y era perseguido por los afectados, que deseaban descargar su ira en su humanidad.
Contuvo también la revista, a lo largo de sus diez años de existencia, un curso de guitarra, novelas y cuentos adaptados, crucigramas, una página de ajedrez, textos de historia y de los inventos, fichas didácticas, historia del arte chileno, hermosas láminas, hobbies, la biografía de grandes científicos, vida al aire libre, algunas noticias, reglas de algunos deportes, aeromodelismo, humor, y, muchos otros contenidos, para ilustrar al ocasional lector.
Mampato dejó de publicarse en 1978, y aunque muchas de sus historietas, aparecieron en años posteriores, como parte de otras revistas, e incluso hubo una película, el Mampato que, conocimos, nunca volvió a estar en nuestras manos. Yo, de manera semejante a lo que señala Jean Paul Sartre en sus memorias "Las palabras" ? al referirse a sus lecturas de niño ?, cuando dice: "Grisélidis no ha muerto. Pardaillan sigue habitándome. Y Strogoff.", también puedo declarar felizmente "Mampato no ha muerto. Ogú y Mampato siguen habitándome. Y Nick Obre y Máximo Chambónez".





















