Nuestros dones (Crónicas Fronterizas)

ª Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. 21 Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor". (Mateo 25:14-30)
Hace años que escribí acerca de mi perro Ideafix, un Border Collie, el que, después de largos 16 años se marchó a las planicies del Creador, a correr, retozar en el pasto y deseablemente arrear ovejas. Pero Ideafix jamás vio una oveja, ni cordero, ni vaca, pues se crio en esta ciudad. Solo desde el 2011 se fue a la parcela paternal, donde pudo ?eso sí- ver gallinas y recorrer el predio.
Siempre pensé que su vida había sido un tanto desgraciada, puesto que su esencia, según yo, era la de ser un pastor. De cachorro todos mis amigos y conocidos decían que los de su raza eran los mejores ovejeros del mundo: ágiles, obedientes, incansables, capaces de guiar con destreza a un rebaño entero. Además, era cosa de ver (en la televisión) la felicidad con que estos animales hacían su trabajo en algunos campos donde se les tiene para esos fines como un empleado más de la peonada.
A medida que pasaban los meses y años, no sé si él (improbablemente, pero pensar otra cosa destruiría uno de los pilares de esta columna) o yo estaba más frustrado. ¿De qué servía ser un perro pastor sin ovejas? ¿Cuál era su propósito si no podía usar el don con el que había nacido? ¿habría sido una buena idea traerlo a vivir con nosotros?
Con el tiempo ?aquella dimensión que todo lo acomoda-, fui descubriendo algo, además de que, probablemente, su genética les impulsaba a hacer bien y activamente cualquier labor que se les encomendara; que lo de pastorear era una actividad a la cual sus compañeros humanos lo asignaron hace cientos o acaso miles de años. Por tanto, eso de hablar de "esencias" pudiera no ser tan exacto, y sea simplemente una humanización del animal, tan pérfida como tenerlos como "perrihijos" y ponerles gorritos de cumpleaños para alguna fecha.
Pero también descubrí, que, y ya en retrospectiva, que Ideafix cuando jugaba con mis muchos sobrinos y primos chicos, lograba que no se dispersaran en el patio, alejándolos de algún eventual peligro; cuando me acompañaba en bicicleta, tendía a guiarme para evitar caídas; siempre estaba atento a que se cerraran portones y tranqueras. Y también, en aquellas épocas obscuras, me rodeaba y permanecía a mi lado o el de mis familiares, yo diría como si nos "pastoreara" hacia la calma. Sé que no me lo imaginé, el tiempo ha servido como dije antes, para ir aclarando el lugar de ese ser en nuestras vidas y en mi cabeza, pues representa una gran metáfora.
En efecto, algunas veces creemos que nuestra vida tiene sentido solo si llegamos al escenario "ideal": el trabajo perfecto, la familia soñada, la meta exacta. Nos decimos, no pocas veces: "-cuando logre esto, recién estaré cumpliendo mi propósito"- Pero la vida, y puedo dar fe de ello, rara vez se ajusta a nuestros planes.
Y capaz que suene cursi, pero probablemente el sentido de esta vivencia no está en que el mundo nos ponga ovejas delante, sino en usar nuestros dones allí donde estemos. La bondad, el talento, la inteligencia o la capacidad de cuidar no necesitan siempre un escenario soñado para florecer. Se expresan en lo cotidiano, en lo pequeño, en la plaza, en la oficina, en la familia, incluso en soledad. Basta simplemente con ser es quién eres y lo que haces con lo que tienes.