Sindicales

Por estos días, los dirigentes y las dirigentas sindicales están trabajando más que nunca en todo el año. Pero no se equivoquen. Es porque están en plenas elecciones para ¿renovar? la mesa directiva de la Agrupación Nacional de Empleados Fiscales ANEF, aquella que Tucapel Jiménez defendió con la vida y con un trabajo incansable, esa que hoy está en manos de los que menos trabajan en este país.
La destrucción del movimiento sindical se acelera con el paso del tiempo. El lenguaje a veces infantil, a veces con tufillo a Guerra Fría, queriendo convencer a medio mundo de que el capital es el demonio y de que ellos son unos pobres empleados fiscales desamparados, ha conseguido lo que Tucapel tanto quiso evitar: que la flojera supina y el trabajo por los partidos políticos, y no por los trabajadores, horadara el movimiento.
¿No les da vergüenza? Por estos días, el bombardeo de correos electrónicos y mensajes escritos con una mezcla de arrogancia y nostalgia parece una lluvia de basura. Nada nuevo bajo el sol. Solo propuestas populistas, promesas de más descanso y menos trabajo que vienen justo desde los que menos trabajan y más descansan.
Los sindicatos en Chile funcionan copiando el modelo del Estado, exactamente con el mismo centralismo asqueroso que tiene a las regiones como Aysén asfixiadas y abandonadas. Vimos a dirigentes sindicales trepando por Chile en campañas veladas y que hoy aparecen como flamantes candidatos porque llevan años queriendo ocupar el cargo de presidente de ANEF. Han trabajado para eso, codo a codo con los partidos que desde el retorno de la democracia tienen a los sindicatos secuestrados, intentando persuadir a los trabajadores con que "la unidad nos hará fuertes", pero los únicos que se han fortalecido probando los platos típicos de cada región son ellos. Todo esto, mientras invaden el WhatsApp con campañas políticas, día y noche, contra toda regla (¿cuánto trabajo de oficina harán por WhatsApp estos dirigentes?). Son unos caraduras.
Quizás el error esté en que muchos dirigentes sindicales suelen trabajar nada o muy poco, por lo tanto desconocen el trabajo que se hace en las instituciones, cuyos trabajadores y trabajadoras dicen representar. Por décadas los he visto entrando y saliendo de oficinas públicas, a cualquier hora, varias veces al día, haciendo política partidaria, jamás entregando un informe de trabajo, un reporte, un análisis, un parrafito.
La impunidad con que operan los dirigentes sindicales tiene podrido al movimiento y su representatividad está disminuida justamente por lo mismo. No cumplen horario y andan buscando oportunidades para trepar, sin importar el daño que van dejando en los equipos que intentan abordar, porque no les interesan para nada los trabajadores y trabajadoras. Ellos, al igual que algunas autoridades en Chile, no trabajan para el país. Trabajan para sí mismos o para los partidos políticos. Habiéndolos visto operar durante casi 30 años, estoy convencido de que entre tantas vueltas en círculos que dan todo el año, podrían darse una por las oficinas públicas y cooperar un poquito con el trabajo que ahí se hace.
Hoy son las elecciones de la ANEF, pero no pienso votar para que una manga de abusadores siga llenándose la boca con la función pública, y el estómago con la plata de quienes sí trabajan.