Celebremos a Chile

Sólo restan horas para dar inicio a las fiestas patrias, fecha que muchos esperan con ansías durante gran parte del año; pero no sólo por amor a esta tierra o para conmemorar su génesis como república independiente. La celebración de las fiestas patrias en nuestro país, a diferencia de otros, son dos días consecutivos, y en algunos años incluso se extiende hasta cuatro días o más. Por lo tanto, para muchos es sinónimo de vacaciones, y sólo eso.
No quisiera sonar veterana nostálgica, pero recuerdo mi época escolar (igual era otra época y no había mucho para elegir) cuando todo se vestía de tricolor, y en las escuelas se celebraba haciendo competencias de bailes típicos, y se escuchaban cuecas y tonadas. Pero al margen de los rituales de cada época, es importante no perder el sentido profundo de estas fechas, que es la oportunidad de valorar lo que somos como nación y lo que hemos logrado construir juntos.
Chile es un país próspero, por más que siempre estemos mirándonos el ombligo y viendo siempre el vaso medio vacío. Somos uno de los pocos países de la región que ha sabido mantener una economía estable durante décadas, resistiendo crisis globales y levantándose con resiliencia tras catástrofes naturales que habrían dejado de rodillas a muchos otros. Esa estabilidad no es casualidad, es fruto de generaciones que entendieron que el esfuerzo, la disciplina y el respeto a las instituciones eran caminos seguros hacia el progreso.
A veces desde dentro no lo vemos, pero quienes vivimos fuera podemos comparar con claridad. Chile destaca por su seriedad fiscal, por tener instituciones que, con todas sus imperfecciones, funcionan y gozan de confianza ciudadana. En gran parte de América Latina, la corrupción sigue siendo un obstáculo enorme para el desarrollo. En Chile, en cambio, se ha consolidado una cultura de probidad que, aunque siempre perfectible, sigue siendo referente. Esa diferencia se nota, se reconoce y se agradece cuando se observa desde lejos.
También es justo reconocer que Chile ha sabido modernizarse sin perder su identidad. La conectividad digital, las energías renovables, los avances en transporte y en servicios de salud nos ponen en un lugar privilegiado en la región. Es un país que mira al futuro, que invierte en educación, en ciencia y en cultura. Y aunque siempre habrá deudas y desigualdades que enfrentar, el balance sigue siendo ampliamente positivo si nos comparamos con nuestros vecinos.
Para quienes estamos fuera, Chile se vuelve aún más nítido en sus virtudes. Valoramos su democracia estable, la calidad de sus universidades, la riqueza de su cultura y la vocación de resolver con seriedad los desafíos de seguridad que hoy preocupan a la ciudadanía. Cosas que en el día a día tal vez parecen normales, pero que en muchos países son un lujo inalcanzable.
Por eso septiembre no es sólo cueca, empanadas y asados. Es la ocasión perfecta para recordar que somos parte de un país que ha sabido crecer, modernizarse y ganarse un lugar respetado en el mundo. Un país que, con todos sus problemas, sigue siendo un ejemplo en su región. Y ese orgullo es legítimo, porque nace de compararnos no con una utopía inalcanzable, sino con nuestra propia historia y con el presente de nuestros vecinos.
En estas Fiestas Patrias, celebremos con alegría y con gratitud. Celebremos lo que nos une y lo que hemos alcanzado, incluso en medio de nuestras diferencias. Celebremos que Chile es un país donde la palabra "futuro" todavía significa esperanza. Y sobre todo, celebremos con la convicción de que lo mejor que tenemos está por venir, si seguimos cuidando con responsabilidad lo que hemos logrado.
Porque celebrar a Chile no es sólo levantar una copa o bailar una cueca, también es reconocer con orgullo el camino recorrido y proyectar con confianza el país que queremos dejar a quienes vendrán después de nosotros.