Patricio Segura Ortiz, Periodista. psegura@gmail.com
Separados por 620 kilómetros, dos municipios de Aysén han abordado la política local sobre el comercio en la vía pública con matices. Basados en lo que entienden por interés común, los representantes comunales promulgaron herramientas normativas que enfrentan de forma diferenciada la venta de vestimenta de segunda mano.
El 22 de octubre de este año el Concejo Municipal de Aysén aprobó la ordenanza que regula las ferias, ferias libres y comercio ambulante. Junto a una serie de medidas, en las que distinguen "feria libre" de "feria o exposición" (instalaciones esencialmente temporales, normalmente organizadas por el propio municipio), establecen una prohibición expresa en estas últimas: "No se permitirá, además, la venta de ropa nueva o usada, zapatos, perfumes ni artículos de farmacia".
Más de un año antes, la Municipalidad de O'Higgins había hecho lo propio. El 5 de abril de 2024 promulgó la ordenanza aprobada el 27 de marzo previo sobre funcionamiento de ferias libres. En ésta, al contrario de Aysén, autorizan específicamente la venta de "bienes usados, ropa usada, calzado y artículos deportivos".
Aunque no son lo mismo las "ferias libres" que las "ferias o exposiciones", la expresa autorización y prohibición de este tipo de artículos sirve de pretexto para discutir sobre un tema relevante.
Desde hace bastante tiempo los desafíos ambientales globales y locales nos invitan a reflexionar sobre qué hacer, como sociedades, con nuestros residuos. Es ésta la fase de salida de nuestra inarmónica forma de habitar, impermeable a la capacidad de carga de los ecosistemas en los cuales depositamos lo que desechamos. La entrada, no preocuparnos por la renovabilidad de lo que extraemos de la naturaleza.
Cerca de un 50 % de los residuos domiciliarios en Chile son orgánicos. Un volumen que se tiende a manejar desde la gestión del descarte, la reutilización y la transformación en nutrientes para el suelo o compost. El resto va a vertederos ilegales, basurales, rellenos sanitarios o centros de gestión. Entre ellos, el vestuario, como demostró el mega basural de prendas de la Zona Franca de Iquique en el desierto de Atacama.
Es acá donde nacen las "Rs", mnemotecnia que permite ir concientizando sobre la necesidad de cambiar nuestros hábitos de consumo. La primera, y fundamental, reducir. O dicho en simple, comprar menos. Aprender a diferenciar entre las necesidades y las necedades, más allá de que nos quieran convencer de que adquirir lo que a uno se le dé la gana es un acto de libertad… puede ser, pero en ocasiones también de irresponsabilidad.
Luego está reciclar (que involucra gasto energético al transformar residuos en nuevos materiales), rechazar lo ambientalmente insustentable y reparar, junto con las más sistémicas que son repensar nuestras sociedades y recuperarlo que se ha desechado. Y así tenemos también refabricar, rediseñar, redistribuir, revalorizar, reemplazar. Y la fundamental, responsabilizarse.
Intencionadamente no incluí la segunda "R" en jerarquía: reutilizar, nicho del intercambio (sea vía trueque o comercio) de la ropa usada.
Evaluadas las decisiones de ambos municipios, en los dos casos existen motivos para considerar que se está en el camino correcto. Porque los temas complejos requieren abordajes complejos.
Vender este tipo de productos en la vía pública puede ser sujeto de múltiples enfoques. Calidad, aspectos sanitarios, competencia con el comercio formal e incluso posible incentivo a la transacción de artículos robados por la ausencia de trazabilidad. A su vez, puede fomentar la adquisición masiva de descarte desde lejanas latitudes (los conocidos fardos), que genera la misma huella de carbono que la importación de ropa nueva.
Y, también, competir con la venta de productos artesanales de manufactura local que impulsa la mantención de oficios tradicionales y el desarrollo económico local.
Por ello, aprobar o prohibir su comercialización en la vía pública requiere de un abordaje sistémico. Reutilizar es uno de los ejes del cambio de paradigma ambiental, y particularmente de mitigación de gases de efecto invernadero.
Eso es lo que estimula, precisamente, el Plan de Acción Regional de Cambio Climático, aprobado a principios de este año. En el lineamiento sobre educación y formación del eje "gestión y soluciones para conservación de servicios ecosistémicos y aumento de captura de CO2" apunta específicamente a "identificar las condiciones que caracterizan los ambientes saludables, tales como: aire y agua limpia, combustión natural, reciclaje, reutilización y reducción de basura, tomando conciencia progresiva de cómo éstas contribuyen a su salud".
Comprar menos vestuario (la moda desechable es un gran problema) y, cuando sea inevitable, privilegiar la producción local es la dirección correcta. Pero también remendar e intercambiar ropa usada, que es una práctica que se debe incentivar.
Pero no tiene que martirizarse ni autoflagelarse cuando compre pantalones o faldas cero kilómetro. Lo importante es que no hacerlo también sea una opción. O incluso reparar o adquirir la de segunda mano. La idea es que estas alternativas siempre estén presentes, como un moscardón molestoso que zumba en nuestros oídos cuando tomamos una decisión.



















