De dónde vienen las zanahorias


En nuestro planeta, más del cincuenta por ciento de la población vive hoy en día concentrado en urbes o ciudades, se espera que para el año 2030 esta cantidad sobrepase el sesenta por ciento de los habitantes, siendo América Latina y el Caribe la región más urbanizada del mundo, donde el ochenta por ciento de su población se concentra en ciudades. En la Región de Aysén, de nuestros 110.000 habitantes, casi el ochenta por ciento de su población es urbana, concentrada en las ciudades de Coyhaique, capital regional y Puerto Aysén. Sólo el 20,4% es considerada población rural.
Desde el año 2005 el 50% de la población mundial se concentra en ciudades, sin embargo, las ciudades ocupan sólo el 3% de la superficie del planeta, pero consumen entre el 60 y 80% de los recursos y emiten el 75% del dióxido de carbono (CO2) cuyo aumento está contribuyendo al cambio climático.
Este escenario ha producido importantes cambios en los estilos de vida y alimentación de las personas, como un 5,5% de aumento anual en el consumo de alimentos procesados sin valor nutricional, con una serie de efectos negativos para nuestra salud. Existe una dicotomía entre los espacios rurales y urbanos y a la vez una lejanía entre el productor y el consumidor. Lo que comemos viene cada vez de más lejos, esto limita nuestra seguridad y soberanía alimentaria. Aumenta también considerablemente el número de envases que generamos.
De paso, en el mundo, se produce un millón de botellas de agua envasadas en plástico por minuto. El 9% del plástico que generamos se recicla, el 12% se incinera, pero el 79% va a vertederos y al ambiente. Esto es muy dañino para nuestro ecosistema. En el planeta, el 43,5% de los niños y adolescentes vive en ciudades de más de 500.000 habitantes, se espera que para el año 2050 del total de niños, alrededor del 70 % vivirá concentrado en ciudades. Surge entonces una interesante pregunta: ¿Cómo afecta esto nuestra calidad de vida y nuestro sistema alimentario?
Sucede que los centros productores de alimentos se alejan de los centros de consumo, esto genera la necesidad de transporte y almacenaje de los alimentos por periodos más largos. Se produce lo que se denomina "erosión genética de las especies". El ideal sería que los alimentos que consumimos recorran la menos distancia posible. Ojalá fueran directo de nuestro huerto a nuestra mesa.
Hoy en día se siguen reduciendo los espacios, las familias de las ciudades producen muy pocos de los alimentos que consumen, existiendo un desconocimiento de los ciclos productivos, especialmente de las nuevas generaciones. Una encuesta en nuestro país indicaba que los niños de Chile afirman que las zanahorias vienen del supermercado. Muchos nunca han estado en el campo.
Existe además una disociación entre las actividades humanas y la crisis ambiental que profundiza el problema. Se hace necesario promover los huertos intensivos, caseros y comunitarios, los huertos hidropónicos, los huertos aeropónicos, esto nos permitiría un mejor acceso a alimentos sanos, con menos plaguicidas, sin químicos ni nefastos preservantes.
El impacto de nuestra alimentación sobre la crisis ambiental global es muy fuerte, necesitamos construir sistemas alimentarios sostenibles y sustentables, promover el uso de variedades tradicionales, incentivar la producción y el consumo local, esto nos permitiría vivir en ciudades más limpias y agradables. No importa si no producimos todo lo que consumimos, basta con producir algo y estaremos haciendo un gran aporte. Esta es la única solución para nuestro futuro e implica un gran cambio de paradigma, sobre todo en un planeta donde los problemas fundamentales son la obesidad, la desnutrición y el cambio climático.