Hernán Libedinsky Moscovich, Fiscal Regional de Aysén
Mientras en distintos puntos del país se discute sobre los alcances de la seguridad pública, consumo y tráfico de drogas y la expansión del crimen organizado, setenta jóvenes de Aysén y Coyhaique dieron un paso relevante dentro de su camino de aprendizaje de habilidades para la vida. Y lo hicieron de manera voluntaria, silenciosa y con un alto compromiso al participar del ciclo 2025 del programa "Monitores Antidrogas" de la Fiscalía Regional.
Su gesto nos recuerda que la prevención comienza en los colegios, en las familias y en la conversación entre pares o amigos. Durante semanas, estos jóvenes dialogaron con fiscales, detectives, Carabineros, profesionales de la salud y del área psicosocial, especialistas en adicciones, bioquímicos, entre otros.
En las sesiones, aprendieron la definición y clasificación de drogas lícitas e ilícitas, los tipos de drogas detectadas en Aysén y las consecuencias psicomotoras del consumo en adolescentes.
Además, abordaron cómo reconocer señales de consumo abusivo de alcohol y drogas, sumado a la necesidad de aprender a decir qué no en situaciones sociales. Incluso, se les explicaron conceptos como autor y encubridor de un delito, entre varios otros tópicos que resultaron de interés para las y los estudiantes.
En este marco, el Colegio Kalem de Puerto Aysén cerró su ciclo de participación en el programa "Monitores Antidrogas" con una ceremonia artístico-cultural llena de alegría y con la asistencia de padres y apoderados. En Coyhaique, cinco establecimientos se sumaron a esta octava versión del programa, consolidando una iniciativa que ya suma cerca de 700 estudiantes capacitados desde su creación. La cifra es una señal de que la comunidad sí quiere hablar, aprender, prevenir y participar.
En este sentido, creo que, en el caso de los Fiscales, la justicia no se construye desde un escritorio, sino en una estrecha vinculación con la comunidad. Los Monitores Antidrogas y otras actividades con la comunidad, encarnan precisamente esa visión.
Cuando una institución pública se asocia con los colegios, cuando conversa con adolescentes, cuando abre espacios para que las familias participen, damos el mensaje de apertura y cercanía que las personas esperan.
Más aún en un escenario en que la realidad regional cambió. El crimen organizado, que hasta hace pocos años era impensable en esta bella región, ya ha comenzado a operar. Por lo mismo, no hay que esperar a que el problema crezca para reaccionar.
Aysén tiene la enorme ventaja de poder anticiparse y para ello debe existir una comunidad informada y conectada con sus instituciones. Los programas con la comunidad son, en ese sentido, una herramienta estratégica al crear una ciudadanía capaz de detectar riesgos.
Por ejemplo, cuando los adolescentes conocen la realidad del tráfico y del consumo problemático, cuando saben identificar señales de alerta, cuando pueden hablar del tema con adultos y compañeros, se genera un efecto de mayor protección.
Por lo mismo, para el próximo año, extenderemos este programa a más comunas de la región, ya que una de las críticas más recurrentes de los sectores aislados es que no se sienten escuchados.
Creo que los programas educativos son parte del camino para abrir oportunidades de diálogo. Cuando la Fiscalía interactúa directamente con jóvenes, cuando explica su trabajo y escucha preguntas, se rompe el hielo que muchas veces aleja a la comunidad de las instituciones.
El camino hacia una Aysén más segura no se hace únicamente en los tribunales o en investigaciones complejas. Se hace, también, en dependencias escolares donde -por ejemplo- 70 jóvenes comparten con policías, fiscales o profesionales de la salud.
Así también se construye confianza. Así también se construye una mejor sociedad.

















