Jessica Igor Chacano, Periodista
Esta semana estuve pensando en esas amistades falsas que nos llenan de halagos, y en esos anfitriones que esconden sus verdaderas intenciones tras una cortesía exagerada, siempre con un interés mezquino entre manos. A más de alguno nos habrá pasado encontrarnos con alguien así, amable en apariencia, calculador en el fondo. Lo mismo ocurre en la política y en las relaciones internacionales.
La comparación no es difícil. Al final, quienes mueven los hilos del poder ?desde los políticos locales hasta los grandes líderes mundiales? son tan humanos como cualquiera, con virtudes contadas y bastantes defectos. Entre ellos, la codicia y el egoísmo suelen ocupar el primer lugar, lo cual en el mediano o en el largo plazo los lleva a priorizar sus mezquinos intereses por sobre el bien común.
El "tío Donald" siempre llega con una sonrisa y una promesa bajo el brazo. Habla de cooperación, de fortalecer la amistad, de cuidar la "democracia" y promover el "desarrollo". Pero detrás de cada palabra amable se esconde una factura por cobrar. Sus intereses son tan variados como sus discursos, petróleo, "tierras raras" con minerales, rutas comerciales, influencia política o, simplemente, asegurarse de que nadie más tenga un poder mayor que él.
Y como todo buen manipulador, sabe disfrazar sus intenciones. No amenaza, invita; no exige, "aconseja"; no conquista, "protege". Pero el resultado es el mismo, los países más pequeños terminan entregando sus recursos, sus decisiones y su autonomía a cambio de una promesa que casi nunca se cumple.
No hace falta mirar muy lejos para entender cómo actúan el "tío Donald" y sus socios, pero los grandes, no los lacayos que se creen aliados. Las grandes potencias siempre han tenido buen olfato para detectar dónde hay recursos estratégicos, y no hay nada más valioso hoy que el agua. Mientras el mundo se seca y los conflictos por el agua crecen, hay lugares que todavía conservan ese tesoro en silencio. Uno de ellos es Aysén, una región que, además de su belleza, guarda una de las reservas de agua dulce más importantes del planeta.
Desde hace años circulan rumores ?y no tan rumores? sobre el interés de extranjeros en esas reservas. No es casualidad. Detrás de cada proyecto "sustentable", de cada compra de tierras o de cada promesa de inversión, puede esconderse la misma historia de siempre, la búsqueda de recursos naturales bajo el disfraz de progreso. Por eso, más que desconfiar, hay que despertar, y saber lo que se tiene es el primer paso para protegerlo.
También es fundamental recordar que nuestra mayor herramienta de defensa está en las urnas. Elegir bien a quienes nos representan no es un detalle menor, ya que son ellos quienes se sientan a esa mesa cuando nosotros no podemos asistir. Y más vale que, cuando el avariento "tío Donald" los invite a cenar, nuestros representantes no terminen entregando nuestro patrimonio a cambio de unos cuantos "espejitos de colores".
Cuidar el agua, el territorio y los recursos no es tarea de unos pocos, ni puede dejarse en manos de quienes llegan con promesas en otro idioma. Es una responsabilidad compartida, de todos los que habitamos esta tierra y entendemos su valor más allá del dinero. Y es uno de los pocos patrimonios valiosos que podemos dejarle como herencia a las próximas generaciones.
Aysén no necesita salvadores, necesita conciencia. Necesita que su gente mire con atención quién toca la puerta y qué trae en las manos. Porque cuando el "tío Donald" vuelve a sonreír, no siempre viene de visita, a veces viene por lo que es nuestro.





















