Tradiciones escritas en piedra

Cada septiembre, desde hace un tiempo, se renueva la discusión sobre la pertinencia de las tradiciones patrias. Muchas de ellas, principalmente asociadas al uso de animales para actividades de esparcimiento.
Algo que, en todo caso, no es exclusivo de Chile. Un ejemplo paradigmático es el de las corridas de toros. Según una reciente encuesta, siete de cada 10 españoles las rechaza. Esta semana en Colombia fueron definitivamente prohibidas y el Congreso de Ciudad de México aprobó en marzo las "corridas de toros sin sangre".
En Chile es recurrente homologar esta discusión al rodeo. Esta histórica práctica, anclada originalmente al campo chileno, pero a estas alturas sello de lo que se entiende como "lo nacional", ha sido sujeto no sólo de debate público, también de acciones directas y prohibiciones en distintas comunas. En 2024 el propio Colegio Médico Veterinario cuestionó que en la Ley sobre Protección de Animales se marginara de las prohibiciones al "rodeo, las corridas de vaca, el movimiento a la rienda y los deportes ecuestres", por tener sus propios reglamentos.
Este año fue el turno de las carreras de galgo.
El 13 de septiembre el municipio de Peñalolén junto a Carabineros demolió un canódromo donde durante más de 20 años se realizaron carreras ilegales. Y críticas y apoyos ha recibido la programación de similares competencias en Curacautín y Chile Chico.
A la memoria me viene el recuerdo del juego infantil que iniciaba con la pregunta "¿Cuántos panes hay en el horno?", que terminaba con su escalofriante respuesta: "21 quema'os… ¿Quién los quemó? ¡El perro judío!". Hoy no conozco a nadie que reivindique este libreto, por más que haya sido legado de una tradición de infancia.
Y así, en el campo chileno existía el derecho de pernada, que consistía en la prerrogativa que tenía el señor feudal o patrón a apropiarse de "la virginidad de la recién casada? y obligarla al adulterio, siempre que ésta perteneciese al estamento servil". Y también las peleas de gallos, hoy prohibidas por ley.
El debate no es actual. Todas las culturas han debido, en algún momento, revisar sus prácticas ancestrales sobre la base de los valores y principios que van emergiendo a medida que pasa el tiempo. Porque, seamos justos, no sólo el campo es sujeto de escrutinio y revisión.
Hasta hace unos años se podía fumar en salas de clases, aviones, comedores e incluso hospitales. Quemar neumáticos para el año nuevo, como en el Iquique de antaño, es visto cada día menos hermoso, lo mismo que los fuegos artificiales y lanzar plástico picado en la vía pública para todo tipo de celebración.
No existe tradición alguna que esté escrita en piedra, como un derecho garantizado sobre el cual no se pueda opinar ni debatir. Todas pueden -y deben- estar sujetas a la discusión pública, de la cual emergerá su mantención, modificación e incluso prohibición. Con sus pros y sus contras, que es lo que hace toda sociedad que evoluciona.
Depende de nosotros, sus integrantes, definir si será para bien o para mal.