Columnista, Colaborador Chile cumplirá cerca de cuatro años de crisis política, social, económica e institucional que ha marcado el débil rumbo del país en este período. Es cierto que hay ciertos procesos que son parte de fenómenos globales, pero hay aspectos de índole local que le otorgan particularidades al contexto chileno que no permiten advertir si se podrá cerrar pronto este ciclo de alta incertidumbre.
Esta inestabilidad está teniendo como una de sus consecuencias, que la reactivación de la economía y los sectores productivos tras el estallido y la pandemia se retrasen más allá de lo proyectado, con los consiguientes efectos en la creación de empleos y bienestar de la población.
En el caso del turismo, la recuperación a niveles pre pandemia ya se extendió para el próximo año, ante un menor dinamismo de la actividad, cuestión que en parte se explica por este escenario de incertidumbre que aún persiste, afectando, entre otros puntos, la inversión y la capacidad para atraer mayor demanda.
La pregunta que surge de lo anterior es por qué el Estado no considera a esta actividad un aliado estratégico para reimpulsar la deprimida economía nacional, tomando en cuenta el enorme potencial que tiene este rubro, que de contemplarse como política de Estado, en un período razonable podría perfectamente duplicar su aporte al PIB del país, al igual que las plazas de trabajo que genera actualmente.
De hecho, esto permitiría diversificar la matriz de desarrollo, de manera que Chile no dependa mayoritariamente de la actividad extractivista, sino que exista un complemento con otras industrias que aportan valor agregado, que son sustentables y que contribuyen concretamente a la descentralización del país, como es el turismo.
Así como el gobierno lanzó recientemente una estrategia nacional del litio, podría perfectamente hacer lo mismo con el rubro turístico, aprovechando las actuales sinergias que existen entre el sector público y privado en este ámbito, definiendo un acabado plan de corto, mediano y largo plazo para transformar a Chile en un destino de categoría mundial, con todas las implicancias y efectos positivos que ello implicaría.
Lamentablemente estamos lejos de tener esa visión de Estado, ya que el turismo sigue siendo considerado por muchas autoridades e instituciones, como una actividad económica menor, desaprovechando, de paso, todas las ventajas que tiene el país para convertirse en un actor de nivel global, altamente competitivo y poseedor de atractivos únicos.
Esta falta de relevancia que se le da al turismo queda graficada, por ejemplo, en el incompresible retraso para nombrar a las autoridades sectoriales a nivel regional, que ha demorado un buen tiempo en completarse, o como en el caso de Aysén, con iniciativas que continúan pendientes, entre ellas, los proyectos emblemáticos del PER Turismo, como el Plan Divisadero y el teleférico o la licitación del circuito del Parque Nacional Cerro Castillo.
Desde Fedetur seguiremos trabajando e insistiendo hasta lograr que el turismo sea una verdadera política de Estado y se le dé la relevancia que debiese tener.















