Editorial, Redacción La Región de Aysén, históricamente reconocida por su tranquilidad y el espíritu comunitario de su gente, atraviesa hoy una encrucijada que desafía su identidad. La delincuencia, con matices de violencia antes poco comunes en la zona, está penetrando en los espacios más íntimos y públicos de Coyhaique, Puerto Aysén y Chile Chico, obligándonos a cuestionar si las estrategias de seguridad actuales son suficientes para proteger nuestra culturalidad.
La realidad delictiva es alarmante y variada. En Coyhaique, la violencia en la vía pública ha escalado a niveles preocupantes; un ejemplo reciente es la formalización de un sujeto por lesiones graves tras atacar con un machete a otra persona afuera de una discoteca en la calle Baquedano. Este tipo de agresividad se traslada también a los hogares, donde la seguridad de las familias se ve vulnerada. En el camino a Lago Riesco, dos adolescentes de apenas 15 y 16 años fueron detenidos tras perpetrar un robo en un domicilio habitado, siendo sorprendidos por el dueño de casa mientras huían.
El impacto no es sólo local, sino que afecta nuestra proyección hacia el mundo. El turismo, pilar de nuestra economía, se ve empañado por hechos como el robo con violencia sufrido por ciudadanos chinos en las inmediaciones del puente Presidente Ibáñez en Puerto Aysén. Asimismo, delitos de alta connotación social, como la violación y el abuso sexual contra menores por parte de quienes deberían protegerlos, generan una profunda grieta en el tejido social regional.
Ante este escenario, el llamado a las autoridades es imperativo. Si bien el sistema judicial ha respondido con prisiones preventivas y condenas ratificadas por la Corte de Apelaciones ?como en el caso de un homicidio frustrado ocurrido en Puerto Aysén?, la ciudadanía percibe que la estabilidad y el orden necesitan ser recuperados con mayor firmeza. Es necesario que la gestión gubernamental y policial no solo sea reactiva, sino que se anticipe a la evolución del delito, especialmente en casos de violencia de género y violaciones de morada que han afectado a comunidades como Chile Chico.
La seguridad en Aysén debe ser un compromiso que resguarde nuestra forma de vida. No podemos permitir que el miedo reemplace la confianza vecinal que nos caracteriza. Las autoridades deben entender que proteger la región es también proteger su cultura de paz, garantizando que la justicia sea rápida y las medidas cautelares proporcionales al peligro que los delincuentes representan para la sociedad.



















