Chile, un referente regional del transporte eléctrico


El mundo del transporte está viviendo una transformación profunda. La electromovilidad, que hace apenas unos años parecía una promesa lejana, hoy se ha convertido en un eje central de las estrategias públicas y privadas de sostenibilidad y eficiencia. En Chile, este cambio se percibe con especial fuerza, estamos frente a una transición que no solo redefine la manera en que nos movemos, sino también cómo gestionamos, analizamos y optimizamos cada kilómetro recorrido.
De acuerdo con cifras de la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE), el parque automotriz eléctrico nacional podría multiplicarse por quince hacia 2030, pasando de 6.000 a 93.000 unidades. Más allá de las cifras, este salto proyecta un cambio estructural que involucra a todos los actores del ecosistema: importadores, operadores de transporte, empresas tecnológicas, generadores de energía y autoridades reguladoras.
Chile ha sabido posicionarse como líder regional en transporte eléctrico. Santiago, por ejemplo, posee una de las flotas de buses eléctricos más grandes del mundo fuera de China. Este avance no ha sido casual, responde a una combinación de factores que van desde una matriz eléctrica limpia hasta un sector privado dispuesto a invertir e innovar. Pero el verdadero desafío no está únicamente en la adquisición de vehículos, sino en cómo gestionamos los datos que estos generan para lograr un rendimiento operativo que justifique la inversión. Ahí radica la verdadera revolución, pasar del vehículo eléctrico al transporte inteligente.
En este contexto, la tecnología se ha transformado en un aliado indispensable. La telemetría, la analítica de datos y el Internet de las Cosas (IoT) permiten hoy gestionar con precisión variables críticas como consumo energético, autonomía, tiempos de recarga y eficiencia operacional.
El desafío será sostener este impulso inicial con una visión de largo plazo. La transición hacia un transporte eléctrico debe ir acompañada de políticas de economía circular, educación técnica especializada, desarrollo de infraestructura de carga y colaboración público-privada. No basta con electrificar flotas, debemos construir un ecosistema inteligente que abarque en el ciclo completo de la energía y los datos.