Cuando emprender se convierte en una carrera de obstáculos


Si hay algo que se aprende en el camino del emprendimiento es que el talento, las ideas y la perseverancia no siempre son suficientes. A veces, el verdadero reto no está en desarrollar un buen producto o en conquistar clientes, sino en sobrevivir al laberinto de trámites, permisos y papeleo asociados.
Y lo digo con dolor, porque sé que no es por falta de diagnósticos ni de soluciones: las tenemos hace años, probadas y listas para implementar. Pero seguimos atrapados en la burocracia, mientras las micro, pequeñas y medianas empresas se desgastan tratando de hacer las cosas bien.
Las cifras hablan solas: el 98,5% de las empresas de Chile son micro, pequeñas o medianas (Mipymes) y dan empleo a más de la mitad del sector privado formal. Sin embargo, su participación en las ventas nacionales se desplomó del 25% en los años '90 a un 12,5% en 2024.
Y más de la mitad de los microemprendedores vive en la informalidad. No es porque quieran esquivar la ley, es porque el sistema, paradójicamente, castiga más a quien quiere formalizarse que a quien permanece en las sombras.
Quien ha emprendido sabe lo que significa la "permisología" chilena: un proyecto que puede requerir más de 200 permisos distintos y plazos que superan con creces lo que la propia ley estipula. Mientras tanto, mantenemos más de 25 regímenes tributarios vigentes y esperamos que un emprendedor, sin contar con un equipo de contadores y abogados, los entienda. Muchos no pueden. Y cuando no puedes, tienes dos opciones: irte a la informalidad o rendirte antes de empezar.
Lo más frustrante es que las soluciones existen. Un sistema tributario único y progresivo, permisos provisorios con declaración jurada, eliminación de trámites duplicados. Hay pruebas que demuestran que es posible simplificar. Lo que falta no es plata ni tecnología, es voluntad política.
Mientras esperamos esa voluntad, el tiempo corre. Cada vez que una pyme muere en el papeleo, perdemos mucho más que una empresa: perdemos empleos, innovación, comunidad y movilidad social.
Chile tiene que decidir si quiere que las Mipymes sigan siendo un motor real de progreso o si va a dejarlas atrapadas en la burocracia hasta que se apaguen. No necesitamos más diagnósticos, necesitamos acción. Porque cada día que pasa, la pregunta no es si un emprendedor podrá superar el laberinto, sino cuántos sueños se van a quedar atrapados en él.