Editorial, Redacción Estamos por suerte lejos de la sensación de inseguridad y de los delitos de alta connotación pública que afecta a otras zonas del país, pero no podemos dejar de empatizar con una realidad que afecta a personas que a diario se enfrentan a esa adversa realidad.
Aysén es una región segura, tranquila, y aún lejos de esa realidad delictual que tanto se muestra a través de los medios de comunicación nacionales. Aysén es un territorio donde una de sus principales plusvalías es precisamente la seguridad.
Y quien sostenga lo contrario, simplemente miente. Las estadísticas dan cuenta de una región donde los delitos como encerronas, turbazos o alunizajes simplemente no son parte de los reportes policiales. No así el creciente tráfico de drogas y la violencia intrafamiliar, realidad delictual que por cierto es permanentemente analizada por los servicios públicos con competencias en la materia.
Por lo mismo reiteramos que para la ciudadanía no tienen absolutamente ningún valor, las pequeñeces que generan las polémicas y peleas políticas, algunas muy artificiales e innecesarias, menos, las discusiones ideológicas que tantas veces condicionan las importantes decisiones que deben dar paso a las grandes soluciones que generen desarrollo, un aspecto tan anhelado por las personas.
Muchas de las soluciones a los problemas cotidianos, por más complejos que sean, siempre está en manos de las autoridades resolverlos, porque las personas esperan que sus demandas sean atendidas o, al menos, conocidas por esas autoridades, con acciones concretas, acercamientos reales, voluntad política para comprender esas inquietudes.
Lo que la ciudadanía espera es que las políticas públicas tengan sello regional y generen el efecto favorable que la gente anhela, que dejen huellas y demuestren que los cambios por los que está administración y la propia comunidad tanto abogan, se aprecien.
Porque la región y sus habitantes tienen grandes pretensiones y todos y todas debemos poner nuestros esfuerzos y nuestra mirada en el futuro, con tolerancia y respeto, para buscar los beneficios sociales y colectivos que la comunidad demanda. De nada sirve trabajar de manera asociativa y con un fuerte énfasis en la participación ciudadana, si no existe tolerancia, si todo se resuelve con descalificaciones y con ataques personales. Eso ha demostrado ser nefasto para la democracia.


















