Salud Mental en el trabajo: Más que la sobrecarga, el problema es el control


Durante octubre se celebra el Día Mundial de la Salud Mental. Algo que se ha convertido en una preocupación nacional en los últimos años y donde el trabajo ?que siempre implica algún grado de esfuerzo y responsabilidad- juega un rol relevante, porque puede convertirse en una importante fuente de estrés para las personas.
Un ejemplo de esto es el foco que se le ha dado a nivel estatal asociado al Cuestionario de Evaluación del Ambiente Laboral y Salud Mental (CEAL-SM) que desde la Super Intendencia de Seguridad Social se aplicó a más de un millón de trabajadores en 2024. Esta evaluación revela que un 20% de los centros de trabajo evaluados (equipos o áreas) se encuentran en riesgo medio o alto y que los focos de mayor riesgo psicosocial en los entornos laborales son justamente la carga de trabajo y la exigencia emocional de éste.
Entonces, ¿qué hacemos en el trabajo si es una muy probable fuente de estrés y riesgo? El error común es creer que la única solución para proteger la salud mental es disminuir las exigencias. Pero en muchos casos eso no es posible: hay responsabilidades que son estructurales al rol. Un vendedor, por ejemplo, no puede decidir dejar de reunirse con clientes difíciles y una psicóloga nunca va a dejar de experimentar exigencia emocional cuando hace terapia.
La clave, entonces, no está en huir de la exigencia, sino en buscar fórmulas para gestionarla y moderarla. Para esto, lo primero es eliminar todas las fuentes de estrés innecesario: ineficiencias en procesos, sistemas mal diseñados, ambigüedad en los objetivos o, en el extremo, malos tratos por parte de colegas o jefaturas. Incluso también podemos incluir en ese listado nuestra propia mentalidad, sesgos y rigideces que limitan nuestra capacidad de priorizar o ejecutar ágilmente. Pero la segunda acción, y más decisiva, es compensar la exigencia propia del cargo con factores positivos en el entorno de trabajo: confianza y cercanía de la jefatura, capacitación efectiva y acompañamiento, coordinación con el equipo, autonomía para resolver, metas claras y retroalimentación constante. En resumen, asegurarnos de contar con aquellas cosas que nos permiten enfrentar exitosamente la exigencia del trabajo.
Porque, en el fondo, el problema rara vez es la cantidad de trabajo por sí misma. El verdadero factor que dispara el estrés es no estar seguros de poder hacerlo bien. Y esa percepción aparece cuando falta claridad, recursos o apoyo. Por eso, para retomar la sensación de control:
Primero debemos asegurar que contamos con la capacitación y experiencia correcta. Si no tenemos la experiencia, buscar acompañarnos con compañeros de mayor experiencia o con nuestro supervisor para no sentirnos solos.
Si no sabemos si vamos en la dirección correcta, buscar retroalimentación y definir correctamente el objetivo. Si ya tengo claro el objetivo, asegurar de contar con el apoyo de las personas con que trabajo para sacarlo adelante tan eficientemente como podamos.
Si las condiciones externas no cambian, debemos actuar sobre nuestra propia capacidad de respuesta y articular una red de facilitadores para enfrentarlo lo mejor posible. Como bien señala Jeff Bezos: "El estrés no viene del trabajo duro, viene principalmente de no tomar acción sobre algo en lo que sabes que puedes tener algo de control".
Recuperar esa sensación de control es el primer paso para resguardar la salud mental en el trabajo. Y muchas veces nos va a ocurrir que más que administrar la sobrecarga de trabajo, lo que realmente necesitamos aprender es a aplicar las herramientas que nos devuelvan el control. Si a esto le agregamos la capacidad de logar ciclos de recuperación efectivos algunas noches de la semana o durante el fin de semana, podemos empezar a ver el trabajo con otros ojos y bastante más esperanza.