Columnista, Colaborador
Como CorpAysén expresamos nuestra preocupación frente a un fenómeno que ya dejó de ser aislado: la creciente obstrucción al desarrollo del borde costero regional, un territorio que es columna vertebral de nuestra economía, nuestra cultura y nuestra vida comunitaria.
El reciente episodio de la inhabilitación de la votación de la Comisión Regional de Uso del Borde Costero (CRUBC), derivado de un recurso judicial presentado por organizaciones ambientalistas, constituye una señal profundamente alarmante. No estamos ante un simple trámite suspendido: se trata de la interrupción de un proceso institucional plenamente legítimo, democrático y necesario para decidir sobre el futuro de más de 600 mil hectáreas de nuestro litoral. Una sola acción logró retrotraer semanas de trabajo serio y transparente, instalando incertidumbre, frenando decisiones estratégicas y dejando, una vez más, a la región en un injusto compás de espera.
Todo ello, además, desconociendo el pronunciamiento de una instancia colegiada y representativa como la CRUBC, integrada por el sector público, el sector privado y la representación de pueblos originarios y la pesca artesanal.
Aysén conoce bien este patrón. Cada vez con más frecuencia, iniciativas clave ?sean públicas, privadas o comunitarias? son paralizadas mediante estrategias judiciales o administrativas que no dialogan con la realidad local ni con las necesidades urgentes de quienes viven en el territorio. Y mientras se discute desde lejos, en nuestra región se pierden empleos, se retrasan inversiones, se debilita la conectividad y se siguen postergando oportunidades que son esenciales para sostener la vida en zonas aisladas.
Aysén es mar, cultura, trabajo y territorio. El litoral no es un concepto abstracto ni un mapa para debates teóricos: es donde operan pescadores, emprendedores, trabajadores, investigadores, familias enteras que han construido su vida a orillas del mar, y también empresas que han posicionado a Chile en el mundo. Cuando el desarrollo se detiene, los afectados no son las instituciones de Santiago ni los escritorios de las ONG's; son las comunidades costeras de Aysén.
Defender el desarrollo no es negar la importancia del cuidado ambiental. Muy por el contrario: un territorio sin actividad es un territorio sin capacidad de proteger nada. La conservación requiere planificación, recursos, presencia institucional y colaboración público-privada. Y todo eso solo es posible cuando existe una economía viva que sostenga esos esfuerzos.
Aysén no puede seguir avanzando a punta de retrocesos. No puede depender de decisiones tomadas sin comprender su realidad geográfica, social y económica. No puede quedar sujeta a una lógica de bloqueo permanente que desconoce las vocaciones de su territorio y las aspiraciones de su gente.
La región necesita infraestructura, conectividad marítima, energía confiable, industrias de base local, turismo de calidad y actividades productivas sostenibles. No mañana: hoy. Cada nuevo retraso tiene costo real para las familias, los emprendedores y los jóvenes que buscan oportunidades sin tener que migrar.

















